20.3.04

Indian Wells, cuartos de final

Anoche, viendo jugar a Tim Henman y Andy Roddick, me entretuve observando sus estilos de saque. Se trata de dos buenos sacadores, pero de escuelas diferentes.
Henman es clásico; se encoge y bota varias veces la bola para afirmarse, levanta la vista lentamente y le dedica una buena mirada al adversario antes de lanzar la bola bien alto por la vertical de su cuerpo, lo necesario para que su cuerpo tenga tiempo de arquearse completamente y transmitir toda la potencia a la raqueta. se necesita una vida de fe ciega en el tenis para sacar así.
El saque de Henman es al cine lo que el de Roddick es al videoclip. Roddick, del otro lado de la cancha, es el fin de los mitos. Su saque carece de pausa, concentración o ceremonia. Su momento de tomar confianza con la bola es el mismo camino hacia el punto de saque, golpeteando con la raqueta. Cuando llega, casi no hay preparación. Ayer tuve la seguridad de que esa falta de prólogo es imprescindible para que el saque de Roddick alcance su potencia. La mirada al oponente es fugaz y de compromiso. La bola se eleva poco y no es el cuerpo el que se arquea, sino el brazo que empuña la raqueta, enroscado como un sacacorchos. El brazo carga con toda la responsabilidad, y su muñeca lo ayuda, contra todos los preceptos, a generar el latigazo necesario para superar los 200 kilómetros por hora.
Ninguno de los dos jugadores me gusta demasiado, pero sí sus saques, porque pese a ser contradictorios son igualmente atractivos.

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