14.7.10

El Mundial de los memes

Sería un error decir que este fue el primer Mundial de la era internet, pero ha sido el más intenso de ese período, el primero en el cual todas las herramientas y modalidades de la comunicación online han sido explotadas al límite de sus posibilidades, quizás con la notable excepción del vídeo en directo.

En rigor, internet sobrevuela los Mundiales desde Francia 1998, cuando las coberturas online aún eran escasas y bastante torpes. Fue el Mundial de la internet bebé. Corea-Japón 2002 y Alemania 2006 vieron a internet convertirse en un niño hiperkinético, con una cobertura marcada por la obsesión del minuto a minuto. Y Sudáfrica 2010 ha tenido que soportar a una internet adolescente, hiperactiva como siempre pero, además, en plena edad del pavo, con cientos de millones de usuarios dedicados a cultivar la conversación informal sobre lo más superficial del evento.

Por eso hemos tenido una cobertura que ha hecho poquísimo foco en los problemas del país y el continente anfitriones, en la paradoja de un fútbol de superhombres que se lesionan cada 15 minutos o en el absurdo de un torneo ultrarrápido que decide quién es el mejor en un puñado de enfrentamientos. La agenda para la gigantesca charla global se redujo voluntaria y gozosamente hasta caber en las dimensiones del microblogging, la mensajería instantánea y el chichoneo de Facebook. Este fue el mundial de los memes, porque un meme es casi lo único que cabe en estos formatos. La predicciones milagrosas del pulpo Paul. El desnudo interminable de Larissa Riquelme. Mick Jagger convertido en el mensajero de la mala fortuna para los equipos que apoyaba. El tutti congelado de las vuvuzelas. Maradona de traje y sus conferencias de prensa. El beso del portero a la periodista. El show de un jugador suplente convertido en maestro de ceremonias titular.

Como la adolescencia, internet en Sudáfrica 2010 no ha sido un fenómeno profundo, pero por lo menos sí intenso y divertido. Supongo que, como ocurre con todo adolescente, madurará. Lo que no sé bien, como ocurre con todo adolescente, es cuándo.