12.7.14

El fin del perdedor admirado

Holanda supo ser el único perdedor admirado de la historia del fútbol. No sabía ganar, pero sabía perder majestuosamente. Para los holandeses, como decía Sócrates (el brasileño), la victoria era un asunto secundario. Sabían que su valor estaba en que habían reinventado el fútbol. No era que no les importara ganar. Pero tenían un legado para ofrecer que duraba más que el resultado de un partido.



Los estereotipos tienen persistencia retiniana, por eso cada vez que Robben corre un poco, la gente cree que Cruyff se ha reencarnado. Pero en ese arco narrativo que va del tiro al palo de Resenbrink frente a Argentina en 1978 al tiro al esternón de De Jong a Xabi Alonso en 2010, Holanda ha pasado de perdedor admirado a perdedor raso.



Hoy Holanda sigue sin saber ganar, pero ha olvidado todo lo que sabía sobre perder. Y ya no tiene legado. Juega una variante pobre del fútbol total de Michels, una variante táctica y veloz, pero ruda y falta de talento. Golea a una España aburguesada, tiene que remontar ante Australia y le roba el partido en el último minuto a México. Gana cuando no hay nada que ganar y pierde cuando tiene todo para perder. Sin nada que ofrecer en la derrota, ahora pierde como los equipos ordinarios: llorando. Su técnico y sus jugadores salieron del partido contra Argentina hablando de méritos y de injusticias. 

A la equipación de Holanda, ese equipo intrépido que juega todo cuando no se juega nada, le quedaría muy bien una bufandita.